'Megalodón': el tiburón vuelve a ser el malo de la película


Cuarenta y tres años después de la película Tiburón (1975), dirigida por Steven Spielberg, llega la superproducción Megalodon basada en la misma premisa: el miedo del ser humano por estos maravillosos peces que por obra y gracia del cine se han convertido en los peores villanos de los océanos.  

Se trata de un miedo infundado, pues realmente no son tan comunes los ataques de tiburones a las personas. El año pasado hubo tan solo 88 ataques no provocados y cinco muertes en total, según cifras oficiales

En contraste, las pesquerías matan cada año 100 millones de tiburones y rayas, básicamente para saciar el antojo de los chinos por la sopa de aleta. Entonces, ¿quiénes son los verdaderos asesinos de los océanos?

Hecha la aclaración, volvamos a la película, donde el 'villano' es un megalodón, que no es otra cosa que un extinto tiburón gigante, tres veces más grande que el tiburón blanco, el más grande de la actualidad.

La película plantea que estos gigantes no están extintos y que por un error humano han emergido de las profundidades. En una escena iluminadora, tal vez la única, un científico chino se lamenta de que el ser humano se esfuerce por descubrir los secretos del Planeta para luego terminar destruyendo todo.

Tal reflexión es el único asomo de inteligencia y compasión en la película porque lo realmente importante aquí, antes que proteger a un fósil viviente, es matar al monstruo asesino y, de paso, exhibir y explotar las ya conocidas cualidades de matón de Jason Statham. 

Con un elenco multirracial, chistes flojos y más suspenso que sangre, Megalodón es entretenimiento pasajero a costa del prestigio de los tiburones. Los reales no son tan grandes, no matan tanta gente y aún estamos a tiempo de salvarlos del apetito humano. Eso es todo. Disfrútenla si pueden.   




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