Jigsaw: nuevas torturas para el mismo juego macabro


Como soy de los que cree que hay que temerle más a los vivos que a los muertos, el terror de mutilaciones, tripas y mucha sangre normalmente me asusta (y atrae) más que el de fantasmas, posesiones demoniacas y exorcismos.

Confieso entonces que la saga de Saw, una de las más rentables en el subgénero de la tortura porno, resulta ser una de las más aterradoras. El solo hecho de pensar en un grupo de personas sometidas por un tipo justiciero y sádico como John Kramer, a diferentes pruebas macabras para poder salvar su vida, llegando incluso a automutilarse, es realmente angustiante y perturbador.

¡No quisiera ni usted ni yo caer en sus manos pues sabemos que casi nunca hay escapatoria!

Jigsaw, la octava entrega, no es la excepción a la regla, pues se basa en la misma fórmula asesina, pese a que se supone que Kramer murió hace diez años. ¿Cómo ha hecho entonces para regresar y someter a cinco nuevas personas a toda clase de sufrimientos? Es lo que se preguntan los investigadores de estas muertes, al igual que el espectador. Aquí es donde entra el factor sorpresa en el guión, mediante el cual se intenta justificar la continuación de la trama. Trucos narrativos que le aportan algo de novedad a todo lo que ya se ha visto en la saga.

Pero más allá de si la trama resulta creíble o forzada, los fans resultan recompensados con lo que han venido a buscar en estos juegos del miedo: torturas y más torturas en un sádico juicio final donde nadie quiere expiar sus culpas. Es mejor ver, desde la comodidad de la silla, cómo sufren otros.

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