Nacido de la pluma del escritor estadounidense Munro Leaf en 1936, Ferdinando es un toro revolucionario. Nacido para morir en una plaza de toros, se rehúsa a pelear puesto que prefiere quedarse en el campo y oler las flores.
Su espíritu pacifista le valió ser censurado por los dictadores Francisco Franco y Adolfo Hitler, lo que no impidió que Walt Disney lo convirtiera en el protagonista del cortometraje de 1938 The Story of Ferdinand the Bull, que ganó el Oscar a mejor cortometraje animado. Helo aquí:
Símbolo de la lucha antitaurina e incluso de los derechos de la comunidad gay por mostrar una faceta distinta de la virilidad no asociada a la fuerza y la violencia, Ferdinando ha vuelto al cine, esta vez de la mano del director Carlos Saldanha (el mismo de La era de hielo y Río).
Se trata de una película entretenida, fiel al cuento original en lo básico y con un encantador retrato de los paisajes españoles, aunque innecesariamente extendida en personajes (los amigos toros, la cabra loca, los caballos vanidosos, etc.) y en duración. Bien podría durar unos minutos menos, pero digamos que el resultado es bastante satisfactorio.
Aunque han pasado más de 80 años desde su primera aparición, personajes como Ferdinando son necesarios hoy en día no solo para crear conciencia frente al doloroso espectáculo de la fiesta brava donde el toro nunca gana (salvo muy contadas excepciones donde es indultado), sino también para recordarnos que cada quien es dueño de su destino y vale la pena luchar por encontrar ese lugar en el mundo que nos haga felices.
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